TAXONOMÍA DE BARRET PARA LA COMPRENSIÓN LECTORA








La taxonomía de Barret, de los años '60, define una categorización jerárquica respecto a las habilidades en la comprensión lectora, siendo la lectura un proceso interactivo que integra la información deducida de un texto. 

Según el modelo de Barret, el proceso de comprensión lectora se organiza de acuerdo a las siguientes categorías: 

COMPRENSIÓN LITERAL: Capacidad para identificar datos, hechos, ideas principales y subyacentes de los contenidos explícitos del texto, es decir, aparecen escritos en él. 

COMPRENSIÓN INFERENCIAL: Capacidad para conjeturar y hacer hipótesis de las informaciones explícitas planteadas en el texto. Requiere que el lector emplee su intuición e infiera (deduzca) a partir de detalles, de ideas principales y secuencias o de relaciones causa y efecto. 

LECTURA CRÍTICA: El lector emite un juicio valorativo, determinado por dos niveles: juicios de realidad y/o fantasía, distinguir entre lo real del texto y la fantasía del autor y juicio de valores, exponiendo su criterio frente al texto. 

APRECIACIÓN: Categoría que implica todas las anteriores, ya que intenta evaluar el conocimiento y las emociones a las técnicas, estilos y estructuras literarias que el texto ha producido en el lector.

Estas estrategias dotan a los estudiantes de los recursos necesarios para desarrollar las siguientes habilidades y destrezas en relación a la comprensión lectora: 

  • Saber dirigir su lectura, con el ritmo adecuado, para leer correctamente. 
  • Resolver los problemas planteados en el texto, léase vocabulario, estructura, organización, etc.
  • Obtener el sentido global del texto a través de la retención de información. 
  • Extraer el significado de las diferentes partes del texto para integrarlas a la totalidad.
  • Conectar los conocimientos previos con los nuevos conceptos adquiridos por medio de la lectura.
  • Aprovechar la lectura para desarrollar y fortalecer su hábito lector.

La taxonomía de Barret: una alternativa para la evaluación lectora

La evaluación de la lectura constituye uno de los aspectos instruccionales de mayor significado y relevancia. Actualmente el docente tiene a su disposición una variedad de estrategias evaluativas adaptables incluso, a las necesidades e intereses del grupo, de los contenidos programáticos o intención del agente de enseñanza. 

La taxonomía de Barret (1968) ha sido concebida, en principio, para ser aplicada a textos narrativos, pero puede aplicarse a otros tipos. Consta de cinco dimensiones cognitivo-afectivas que le permiten al estudiante una comprensión global del texto, puesto que activa los conocimientos previos, permite la criticidad, creatividad e imaginación a través de la reorganización de ideas y la respuesta afectivo-emocional generada en la interacción lector-texto. 

La taxonomía se sustenta en una doble dimensión: cognoscitiva y afectiva. Ambas permiten un desarrollo del pensamiento crítico y creativo. Estas dimensiones se dinamizan a través de tres categorías: la comprensión literal, la reorganización y la lectura crítica y estas a su vez subdivididas para finalizar con la apreciación.

Por ejemplo, un estudiante de Educación Básica  es motivado desde los primeros grados a una lectura crítica, la cual mediante comprobaciones escritas u orales puede el docente ir haciendo los ajustes necesarios o impulsarlo a la fase siguiente. El objetivo es dejar que él establezca una conexión entre sus conocimientos previos y el texto, por lo tanto esta debe ser significativa y adaptada a sus intereses y necesidades. 

Los postulados de Barret siguen vigentes y se presenta como una alternativa evaluativa completa y sustanciada la cual ha sido enriquecida y fortalecida con el paso de los años, de allí que actualmente se le han incorporado elementos sin dejar de lado los postulados originales de Barret. Los libros de texto incluyen guías de ejercicios o trabajos prácticos orientados bajo esta categorización, los cuales aplicados en conjunto o por separado le permiten al maestro y el alumno vías significativas que se evidencian a través de un producto de lectura.

Hay que desarrollar necesariamente, a lo largo de todas las etapas académicas del alumno, las diferentes dimensiones de esta taxonomía, hasta poder alcanzar una madurez lectora, al punto de que él mismo pueda exigirse, replantearse un texto, criticarlo y reorganizarlo. Sí, es una actividad compleja pero si el docente desea fomentar e impulsar la comprensión lectora, esta taxonomía ofrece una alternativa evaluativa, sistemática y coherente. 






BIBLIOGRAFÍA
(Documento parafraseado perteneciente a Gustavo Iglesias para revista Contextos, año 2008)
Alliende, F y Condemarín, M. (1986). La Lectura: Teoría, evaluación y desarrollo. Chile: Andrés Bello.

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